ONGI ETORRI WEB BERRIRA

15 abril, 2011

«Para eso sirve, para caminar». Artículo sobre economía solidaria y alternativa.

La revista mensual Goitibera editada por la federación miembro de EGK Euskalerriko Eskautak Bizkaia se ha centrado este mes en el Decrecimiento y la economía solidaria y alternativa. Una vez más, el Consejo de la Juventud de Euskadi ha tenido su espacio… y ¡este es el resultado!:

«Para eso sirve, para caminar»

Los moái, unas gigantescas estatuas, son el único legado de la civilización rapa nui, pobladora de la Isla de Pascua. Las enigmáticas tallas, que pueden llegar a pesar 20 toneladas, destapan el final de una civilización que no supo gestionar sus recursos. Corrían tiempos de tierras fértiles cuando los rapa nui descubrieron esta isla de la Polinesia y asentaron en ella una sociedad bien estructurada que basaba su dieta en la pesca de delfines. Los abundantes árboles servían para construir las canoas necesarias en la pesca y servían para trasladar la piedra del volcán Rano Raraku, esqueleto de los moáis. Embriagados de bonanza, confundieron el bosque con su bosque y no vieron, o fingieron no ver, las señales de agotamiento forestal. Cuando quisieron hacerles caso, era demasiado tarde. Sin madera, no hubo más carne de delfín, ni hubo más moáis. El hambre se apoderó de los habitantes y la mortalidad de debió a partes iguales entre los que mataba el hambre y los que eran devorados por sus vecinos. Tampoco hubo madera, claro está, para salir de la isla y cruzar los 2000 kilómetros que la separan de la Polinesia. Es probable que los moáis sean declarados una Maravilla del Mundo. Mientras, podemos no ver, o fingir que no vemos, el mensaje sobre nuestro planeta que guardan unos centenares de estatuas de piedra volcánica.

Paradigmático caso, el de la Isla de Pascua. Tampoco quedarán canoas cuando gastado éste, haya que ir a otro planeta. Algo no muy lejano, si se miran ciertos indicadores. Para medir el uso del planeta es significativa la huella ecológica, esa que mide cuanta superficie del planeta, incluyendo la parte terrestre y la marítima, necesitamos para mantener el actual nivel económico. Hace 6 años esa huella llegaba a 1,25. Pero no muy lejos, en 2050, se sitúa el pronóstico por el que la huella alcanzará dos tierras.

Primar el Buen Vivir

Ante el desolador panorama, hay dos caminos. Apostar por el consumo ilimitado y la propiedad mientras a las noches cada uno va construyendo su canoa o replantearse el sistema actual, reorganizar esta sociedad partiendo de la redistribución de recursos y primando la vida social y el buen vivir sobre consumir y producir. Son muchas las alternativas que se van construyendo sobre el segundo camino, y todas ellas, todas y cada una, son importantes. No se trata tan sólo de huir de la lógica capitalista imperante, esa que la crisis económica ha desnudado y la misma que acabará destruyendo el planeta. Además hay que recuperar aquello con lo que no uno se siente cómodo, humanizar los intercambios y el trabajo, no dejar que la lógica del capital gane a la de la vida. En definitiva, primar el Buen Vivir. La economista ecuatoriana Magdalena Leon ilustra esta filosofía. «El Buen Vivir no es sólo una utopía hacia futuro, sino que nombra también porciones de nuestra realidad; hay en el aquí y ahora, en nuestro día a día, por así decir pedacitos de Buen Vivir que hacen viable esta propuesta». Valorar así cada gesto que desplace la acumulación como eje central de la economía y sitúe en su lugar la vida.

Las propuestas que encontramos en nuestra sociedad son tan variadas como ámbitos de actuación hay en la vida. Se podría empezar por el decrecimiento, no entendiéndola tanto como una alternativa en sí, sino más bien como una matriz de ellas. Está muy lejos de ser una simple propuesta antónima del crecimiento que mantiene sus mismos parámetros para negarlos. El decrecimiento abandona la lógica del crecimiento por él mismo como fin. Es decir, para pensar en una sociedad de decrecimiento deberíamos abandonar la economía existente. No sólo cambiando el poder hegemónico de la economía, sino con un cambio de valores que empieza y sólo se entiende en nuestras mentes. Abandonar la búsqueda indiscriminada e ilimitada de dinero y esa competitividad que olvida los límites de la naturaleza.

Otra clave comienza por el trabajar menos para vivir mejor y poder reencontrarse con el aquel sentido de la vida que se abandono en la adicción al empleo. Siempre como medio para conseguir más y más propiedades. No sólo porque un reparto del trabajo productivo y reproductivo ayudaría a una sociedad laboral más propicia para la distribución de la riqueza. También por resituar la lógica productiva dentro de los límites sostenibles.

Primar lo local

Básico resulta primar lo local sobre lo global, relocalizar la lógica económica. La actual globalización ha establecido unos intercambios completamente contrarios al sentido común. O ¿acaso es necesario que un langostino escocés que antes se pelaba en Escocia sea comprado por fondos financieros estadounidenses que deciden enviarlo a Tailandia para que después de pelado se venda en Europa? ¿Qué hacen unos tomates andaluces pasando el Collado de las Panizas para llegar a Holanda, donde se cruzan con sus tocayos nacidos en invernaderos holandeses que acabarán en la mesa de alguna familia de Andalucía? Detrás van las necesidades creadas de infraestructuras productivas y de transportes. Volver a lo local no sólo es necesario medioambiental y económicamente, es una exigencia de la salud intelectual y mental.

En los ejes nombrados se sitúan actividades que nos rodean: grupos de consumo, tiendas de trueque, bancos de tiempo, empresas de economía alternativa, banca ética, talleres de plantas medicinales, jabones o de eficiencia energética, ciudades en transición… alternativas utópicamente prácticas que caminan hacia esa otra forma de entender el mundo y la vida que no sólo es posible, sino necesario. Cada gesto, cuenta; lucha contra el sistema. Como retos queda profundizar en el conocimiento entre estas alternativas y su proyección exterior. También lo es aglutinar a las personas jóvenes en torno a ellas. Las ganas de cambiar el mundo que caracteriza a la juventud se desprecia en ocasiones como motivos utópicos. Ante semejante halago, sólo quedar explicar lo que el escritor uruguayo Eduardo Galeano ya dejó magistralmente descrito: «Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar».

Itziar Amestoy
Técnica de condiciones materiales de vida de Euskadiko Gazteriaren Kontseilua

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